VENDEDORA DOMINICANA

domingo, 10 de agosto de 2008

Nuestra Insignia

Desde su creación (1844) hasta el año 1913, sufrió diferentes variaciones en su diseño "tan diversas que aún durante los primeros años de nuestra nacionalidad era difícil encontrar dos escudos exactamente iguales, aunque fuesen impresos por organismos oficiales".

El primer escudo de armas tenía dos ramas exteriores de laurel y debajo de éstas, formando un arco, aparecía una serpiente mordiendo y tragando su cola (signo de eterna evolución).

En un tercer plano aparecía, abierto y en el centro, el libro de los Evangelios; detrás del libro había un trofeo de armas (una lanza y un fusil con bayoneta calada a la derecha, y un sable y una corneta a la izquierda); arriba del libro había una bandera dominicana.

En segundo plano había dos banderas dominicanas y, en el cruce de las astas, había un gorro frigio (símbolo de la libertad). En primer plano, en la parte inferior, había una cinta ancha con las palabras "República Dominicana) y, a ambos lados en la parte inferior, dos cañones con sus respectivas balas esféricos en forma piramidal.

Constituciones, leyes y decretos posteriores fueron modificando la estructura del escudo: se eliminaron los cañones (Constitución del 6 de noviembre de 1844), sustitución de una rama de laurel (primero por una de parra en 1848 y luego por una hoja de palma desde 1853), la bandera central fue sustituida por una cruz (1853), desaparición del trofeo de armas, del gorro frigio y de la serpiente, cuatro banderas cruzadas en lugar de dos, etc.

Aunque esta variedad de escudos fue apareciendo en el lapso de 1844 hasta el 1913, esto no significaba que el más reciente desplazara al anterior; eran usados indistintamente tanto unos como otros en documentos oficiales y a veces se combinaban unos con otros o se omitían detalles en algunos.

Cada vez que se reformaba la Constitución, se hacían pequeñas correcciones al describir el escudo.

Solamente a partir del año 1913 se oficializó una uniformidad heráldica mediante decreto del 6 de febrero de 1913 expedido por el gobierno de Monseñor Nouel, que establecía la forma actual.
En el mismo decreto aparecía un diseño, hecho por Casimiro de Moya, reproduciendo el "Gran Sello de la Nación".

Además de la forma, dicho decreto fijó, en su artículo segundo, los colores actuales: azul ultramar y rojo bermellón.

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